Pasamos más del 90 % de nuestro tiempo en espacios cerrados: nuestra casa, la oficina, los supermercados, los cafés. Y aunque a veces no lo notemos, esos lugares tienen un impacto profundo en cómo pensamos, sentimos y actuamos.

Diversos estudios demuestran que el diseño de un espacio puede modificar el estado de ánimo, el nivel de estrés, la creatividad y hasta la productividad. La disposición de los muebles, la temperatura, los colores o la luz natural son estímulos que el cerebro interpreta constantemente y que activan respuestas emocionales y fisiológicas.

Durante años, diseñé pensando en la estética, en la funcionalidad, en la luz. Hasta que entendí que no hay diseño más poderoso que aquel que refleja la esencia de quien lo habita.

Mi metodología de diseño parte de una pregunta simple pero profunda:

¿Quién sos y cómo querés sentirte en tu casa?

Te invito a navegar mi blog y mi canal de Youtuve para aprender mas sobre este estilo de vida.